domingo, 31 de diciembre de 2017

En este 2017 dejé de contar con personas que creía parte de mi vida, conocí a otras que ahora considero muy cercanas y fortalecí lazos con otras cuantas que estuvieron alrededor de mí durante años pero nunca tan cerca como ahora.
Por supuesto, también estuvieron quienes siempre han estado y estarán.
Aprendí mucho de los buenos y malos momentos, me eduqué un poco y me revelé un tanto más. Viví cosas que nunca antes había hecho, rompí mis propias reglas y vaya que me divertí. Conocí lugares en los que soñaba estar y otros de los cuales no tenía ni idea de su existencia.
Hoy puedo decir que tengo amigos en lugares donde nunca esperé, que estaba muy equivocada al negarme la oportunidad de hacer lo que no hice durante años, puedo decir que qué chido que no haya podido hacer todo lo que quería, que nada haya salido como lo planeaba, que todo se me haya volteado...
Hice tesis aunque no quería hacerla, hago el servicio en el último lugar que había considerado, estudio una segunda carrera con la que no me encontraba relación alguna, amo la Universidad que por años renegué y salgo a pasear con personas a las que ni siquiera saludaba.
Hoy agradezco que me rodeo de gente especial por gusto y no por necesidad, que tengo a los mejores amigos, los mejores compañeros y maestros en mis dos facultades, que pude acercarme un poco más a mis familiares en este año, que tengo una pareja con quien la paso genial, que he podido perdonar un poco de lo mucho que cargaba, que tengo la mejor familia que es mi mamá, quien me ha aguantado aun cuando yo misma me quiero mandar a la goma, que tengo a los mejores perritos y los mejores gatitos, que a pesar de los problemas pequeños o grandes nunca estuve sola, gracias a Dios.
Gracias por todo lo que acabó, por lo que comenzó y todo lo que está fuera de mi control.

Dení Araoz

01/01/18

domingo, 15 de octubre de 2017

Correspondencia

Esta carta la escribí en la soledad del cuarto de rayos X de mi facultad, con la intención de ir a dejarla a la oficina de correos al terminar mi jornada laboral. Tenía la idea de que el destinatario la recibiera en su casa y se sorprendiese. Al final, gracias a la persuasión de algunos de mis compañeros y al hecho de que mis emociones se habían calmado un poco al concluirla, he decidido no entregarla, y la verdad es que no creo que su legítimo dueño la hubiese leído pues hasta para mí es un texto largo y tedioso de leer. Sin embargo, la considero digna de estar aquí, en mi blog, junto con las evidencias de todas mis vidas, para que nunca olvide lo que un día sentí. 



9 de octubre de 2017



Durante una buena parte de mi camino a la facultad he venido pensando en escribir esta carta como medio para expresarte mis emociones, ya que pienso que los medios habituales en nuestras conversaciones no son los propios para lo que te quiero decir. Otra de las razones por las que considero que es una buena idea es porque tengo la esperanza de que, al recibir una carta mía en tu correo, sientas la curiosidad de leerla, y no creo que suceda lo mismo si  te mando algún otro tipo de mensaje.

No sé por dónde empezar porque hay tanto qué decir, y aun me temo que no quieras leerme, que no quieras saber nada más de mí pero creo que, al menos, escribir esto me ayudará a desahogarme, porque no lo he logrado en días previos. 

A veces me gustaría poder reaccionar a los problemas como lo hace una buena parte de los hombres y simplemente vaciar mi mente de problemas, despejarme, dormir y relajarme pero no lo consigo. Me da algo de pena confesarlo pero desde que comenzamos a pelear me ha costado mucho trabajo dormir, incluso he dejado de pasar las noches en mi cama y en cambio me la he pasado incomodando a mi mamá, apretujada entre ella, la pared y nuestros cuatro perros, pues la soledad de mi habitación me aflige en demasía; hubieron también días en los que no tuve apetito y otros más en los que no pude parar de comer. Estoy consciente de que no es sano que mi estado de ánimo y de salud dependan de otra persona que no sea yo, y no tengo claro cómo fue que esto comenzó, ni por qué permitimos que los problemas nos sobrepasaran. Sé que yo originé muchos por la ausencia de control de mis emociones, creo más bien que ellas me controlan a mí en varias ocasiones. Y me causó mucha gracia que te refirieras a mí como una persona que se comporta como si tuviera 16 años porque es prácticamente cierto. Siempre he sido muy infantil, emocional, drástica con mis decisiones, entre otras cosas más. Si bien, no es lo ideal, es parte de mi personalidad. 

Sabes bien que no paro de hablar, como tampoco paro de escribir, que soy muy abierta con mi vida sentimental, tal y como lo estoy siendo ahora, y eso es porque desde pequeña he sido así, enamoradiza, dramática y romántica, de esas que se enamoraban profundamente y les gustaba sufrir por amor, pues le sacaba jugo a las historias tristes y escribía pequeños poemas de amor y desamor desde los 14 años. Me gusta justificar mi personalidad dramática argumentando que poseo una naturaleza artística, ya que durante mucho tiempo quise ser escritora, actriz, o cantante, profesiones que requieren expertos en ganarse el sustento explotando sus emociones; pero la verdad es que soy una artista de lo más mediocre, si acaso llego a serlo. No escribo poesía desde hace varios años y desde entonces solo me he dedicado a escribir cartas con el propósito de incluirlas en uno de mis proyectos de vida: un epistolario que pretendo sea publicado cuando sea mayor, o bien, al momento de mi muerte. Como cantante solo me luzco en el karaoke, pues el público me pone muy nerviosa. También intenté un tiempo en el dibujo, limitándome a copiar el trabajo de otros al ver que mis obras originales me quedaban a deber. Como actriz, ni siquiera fui capaz de luchar por mi sueño y preferí conformarme con estudiar para dentista. Te cuento todo esto porque así demuestro que no soy una artista y esta debilidad emocional no tiene algún provecho, sino solo desventajas. 

No sé ser paciente tampoco, se me dificulta esperar a que el tiempo ponga todo en su lugar, y vaya que me está costando no ir tras de ti para pedirte una vez más que arreglemos todo y decirte que quiero estar contigo. Pero comienzo a entender que no puedo presionar al mundo para que camine a la velocidad que yo quiero. Creo que ese es uno de los problemas de los hijos únicos. Somos unos consentidos, en menor o mayor grado. Estamos acostumbrados a que todo se nos dé con solo pedirlo y en la vida real, nadie se porta tan complaciente como los padres. En la vida real tú y yo no estaremos bien por el simple hecho de que así lo desee, este vacío en mi pecho no se llenará con el chasquido de mis dedos, y el enojo que sientes hacia mí no se esfumará con un parpadeo. Debo esperar y, con suerte, suceda dentro de unos días, semanas, meses, años, o tal vez nunca.

Pese a que no justifico tu enojo, lo entiendo, porque tú me recuerdas a mí, también te comportas como yo lo hice en un momento específico de mi juventud. Tuve alguien que me se me figura a mí hoy día, alguien con quien tuve problemas de los cuales huía, incluso llegué a salir de la ciudad en varias ocasiones con tal de evitar solucionarlos porque sabía que cuando regresara, en cualquier momento, ese alguien estaría allí para mí. Lo recuerdo escribiéndome desesperado, todos los días buscando mi pista, mientras yo le ignoraba conscientemente, le recuerdo tocando a mi puerta con los ojos vidriosos y me recuerdo altanera, soberbia... estúpida. 

Hoy me siento igual que él y comprendo un poco por qué a la fecha me sigue odiando y no soporta mi presencia. Yo no te odio, al contrario, como te dije hace unos días, todos mis deseos para ti son buenos, pues creo entender tu comportamiento y basándome en mi experiencia previa, supongo que pasará un buen rato sin que este cambie pues desde tu punto de vista, tú estás bien y yo mal. Lo entiendo totalmente. A mí me llevó mucho tiempo darme cuenta de lo mal que había actuado y cuando lo supe me causó el arrepentimiento más grande que he sentido. Me tomó unos cuantos años perdonarme. Cada que sufría un infortunio en el amor, me creía merecedora de ello, pues de alguna manera debía resarcir mi deuda con la vida por haber dañado a quien me había amado. Todavía hace poco llegué a culpar al karma y, por lo tanto, a mí misma de que las cosas una vez más no funcionen. Con esta breve historia no busco decirte que debas arrepentirte o algo por el estilo. Lo que menos quiero es que algún día te sientas tan patético como me sentí yo. 

Ojalá tú tengas razón en estar molesto conmigo y el escarmiento que me das lo tenga bien merecido. Aunque a  mi punto de vista, no le corresponde a las personas buscar la justicia para el prójimo; esta, tarde o temprano, llega sola. Mas si tú consideras que las acciones que ejerciste para que yo sintiera lo mismo que tú son las correctas, lo comprendo. Muy aparte de mis decisiones abruptas, cuando me tomo el tiempo de pensar sobre alguna problemática, llego a entender completamente tanto tu comportamiento como el mío. Ya te había comentado que entendía por qué actúas como lo haces, y la verdad es que eres igual de infantil que yo, aunque lo manifiestes de una manera bastante distinta. No te juzgo, y espero que no te moleste que me tome el atrevimiento de decirte lo que considero que es la verdad, pues a veces "te llevas pero no te aguantas", lo cual también entiendo. No busco tampoco atacar tu personalidad. Esta tiene muchas ventajas y es lo que te hace ser tú, lo que hace que la gente que te rodea busque tu compañía y es también lo que hizo que me enamorara de ti, con virtudes y defectos. 

Cada quién elige cómo y con quién sufrir y, creo que a la hora de buscar pareja, cuando uno se siente incompleto, busca a alguien que le haga sentir igual. Y la verdad es que yo me sentía mal, me sigo sintiendo mal a pesar de que esté mejor ahora. No entiendo por qué los humanos actuamos así pero sí he estado entendiendo unas cuantas cosas durante todo este año, y contigo quise aplicar algunos de los principios que había aprendido para tener una relación sana; hasta llegué a tratar mi problema más grande desde la raíz, y eso me ha ayudado mucho; si no lo hubiera hecho, me sentiría ahora mucho peor. Quise aplicar algunos consejos que había leído en el verano y gracias a ello, nos ahorré varias discusiones estúpidas. El problema comenzó cuando mis sentimientos sobrepasaron mi control emocional y toda mi inteligencia se fue por el caño. Me enamoré de ti como una loca, una loca que solo ansiaba la presencia del ser querido en sobremanera, perdí la racionalidad con la que había estado manejándome. 

Comencé a pensar en ti como algo a largo plazo y eso no estaba en mis planes iniciales. 

Recuerdo que no te hizo sentir muy bien la noticia de que podía irme a vivir a Aguascalientes en este año o en el próximo, que no te gustaba que nuestra relación tuviera una "deadline". Medité sobre ese tema durante mucho tiempo y la verdad es que cuando comenzamos a salir, no le tomé tanta importancia a la relación como lo hago ahora pero incluso en ese momento me dolía un poco la idea de separarnos y llegué a pensar en declinar la oferta y quedarme más tiempo contigo. Por lo que haya sido, lo de Aguascalientes no se pudo concretar pero sé que en algún momento me iré de aquí a estudiar mi maestría a otra parte del país o tal vez del mundo si soy lo suficientemente afortunada. No nací para quedarme aquí. Pero ¿sabes? Te veía a ti como un motivo para regresar a Orizaba. Al escribir esta última línea vino a mi mente un "siempre" pero me cuesta mucho pensar en una algo tan perenne como para ser digno de esa palabra. No creo que te merezcas estar con alguien que sabe que se irá en algún momento. Si no hubiese sido antier, hubiese sido otro día, tal vez cuando nos quisiéramos más y el dolor fuera más punzante. 

Te voy a confesar que me dio mucha ilusión cuando sugeriste la idea de que en algún momento viviríamos juntos y también cuando hablaste sobre el color de piel de nuestros posibles hijos. No sé por qué lo dijiste o si en realidad lo consideraste pero, como verás, las palabras son importantes para mí y las tomo muy en serio. Sí me llegué a visualizar contigo. Sí fantaseé en algún momento con tener un hijo contigo y venía a mi mente esa foto tuya en la que me parecías el bebé más tierno, con la esperanza de que se pareciese a ti, pese a que siempre alardeo de no querer procrear. Me aterraba un poco el darme cuenta de que, contrario a mis planes, me estaba enamorando de ti y comenzaba a ceder más y más... Sí, me da algo de pena decir esto una vez que hemos terminado la relación pero prefiero ser transparente y decirte cuánto te quiero, para que estés consciente de que si llegaste a sentir algo fuerte por mí, tu amor fue correspondido. 

Acepto que no soy la mejor persona y mucho menos la mejor novia (como a veces te referías a mí), pero intenté ser cariñosa contigo porque me nacía, nunca fue un sacrificio. Tal vez no se notó mucho, pues mi naturaleza  no es tan afectiva. Intenté ser una buena influencia aun cuando en los momentos en que nos comenzamos a tratar me sentía rota por dentro. Intenté pero no lo logré, perdón. Dejé que mis problemas te alcanzaran y contaminaran. Los dos llegamos a conocernos lo suficiente como para mostrar nuestra peor cara. Así como yo te pedí disculpas, tú lo hiciste de igual manera por mostrarte grosero en varios ratos; lo agradezco. 

Durante una buena parte de este escrito he venido tratando de explicarte mi parte de culpa pero la verdad es que tus problemas también me contaminaron a mí, porque, al igual que yo, también tienes asuntos sin resolver. Uno de ellos es tu inseguridad, algo que nunca me imaginé, pues siempre luces  tan confiado y seguro de ti, pero eres inseguro, como yo. Me lo demostraste desde que estaba por partir a San Luis Potosí y sugeriste que merecía algo mejor que tú. Ese día estaba muy sorprendida, molesta, decepcionada. No podía entender por qué lo decías, siempre he pensado que una pareja "mejor" que tú te debe motivar a ser una mejor versión de ti mismo, no una razón para sentirse inferior. Yo no me consideraba alguien tan superior a ti como para que no fueras digno de estar conmigo. Y no lo digo por mi autoestima baja, pues cada día estoy más consciente de quién soy y lo que merezco. Lo digo porque, si bien me he destacado en algunas ocasiones en el ámbito académico, tengo muchas deficiencias en otros muchos ámbitos, y en muchos de ellos me llevas ventaja, yo estaba dispuesta aprender de ti. Yo veía en ti muchas cualidades que tal vez tú mismo omitiste en ese entonces. Para mí, tú eres mejor que yo en todas aquellas cosas en las que yo fallo. Tú eras a quien quería y a quien sigo queriendo a pesar de que haya miles de personas que podrían ser consideradas por el mundo como una mejor opción para mí. 

En algunas ocasiones quise reafirmarte pero no lo hice bien pues creo que nunca estuviste seguro de mi amor por ti. Discúlpame por no hacerte ver todo lo que sentía por ti. Pero tampoco creo que sea yo ni nadie más quien cambie ese sentimiento en tu persona, sino tú mismo y no sé cuándo vayas a querer darle la cara a tus emociones y a tus miedos en busca del bien propio. Por mi parte, te vuelvo a decir que eres un hombre muy valioso, inteligente, bien parecido, agradable hasta morir, sincero, cariñoso, y muchas otras cualidades más que aún quedan por mencionar y otras cuantas que quedan por conocer por la persona adecuada, que tal vez no soy yo. 

Supongo que todas las personas tenemos problemas sin resolver. Dudo mucho que todos vayan por la vida sintiéndose plenos y sin miedos. Es solo que nosotros dos somos unos tontos inmaduros que, queriéndose, prefieren seguir en un juego de devolverle al otro lo mal que se han hecho sentir en vez de ser un apoyo para el otro. Este juego comenzó justo cuando los dos nos encariñamos más, ¡Qué tontos! ¿No? Pudiendo habernos dado todo el amor y cariño que sentimos, preferimos seguir sufriendo y haciendo sufrir. Ninguno de los dos paró. Y cuando uno lo intentaba, el otro seguía ufanado como si causarle dolor al otro fuese algo plausible. Los dos nos comportamos como unos adolescentes en vez de como los adultos que se supone que somos. 

Podríamos haber seguido con este tonto juego por un tiempo indefinido pues ninguno había tenido el valor de dejarse definitivamente, creo que eso es porque los dos aún nos queremos. Yo misma intenté ser quien pusiera fin al suplicio interminable de pelear y arreglarnos pero con eso solo conseguí lastimarte y molestarte porque creías que te quería terminar, cuando lo que quería terminar era este pleito sin sentido. Quise hacerlo en distintas ocasiones pero al estar en tu presencia solo quería abrazarte, besarte y fundirme contigo porque, como dije, estoy enamorada de ti. Actué mal, te pido perdón una vez más.

Yo pensaba que al terminar contigo este dolor desaparecería pero al menos a mí no me ha funcionado. Me siento triste y hay momentos en los que me siento tan vacía que quisiera salir corriendo a buscarte. Aun hoy, lucho por desaparecer la esperanza de que volvamos y estemos juntos, bien. Eso es lo que yo más quiero y me repito a diario que no puede ser, tratando de convencerme a base de constancia. Me trato de olvidar de esa opción porque es imposible mientras los dos sigamos así de ofuscados, mientras nos sigamos molestando por cosas sin sentido y sigamos reprochándonos nuestros errores en vez de hablar y solucionar problemas. 

Me duele. Me duele y creo que a ti también. Me duele terminar una relación con el hombre de quien estoy enamorada y con quien había comenzada a pensar a futuro, pero ya no quiero seguir sintiéndome así, y espero que lo entiendas. Sí, soy egoísta, pero esta vez no termino por eso. Es inhumano, es atacarme a mí misma el permitirme continuar así, ansiosa, intranquila, con ganas de vomitar todo el tiempo. Estos malestares me han impedido llevar a cabo mis actividades diarias con normalidad, yo no sé disimular cuando no me siento bien. He tenido dificultad para concentrarme en mis actividades académicas y ni siquiera he podido brindar una atención de calidad a mis pacientes pues siempre estoy intranquila. Tú me has dicho que tampoco te sientes del todo bien. Quise arreglar las cosas y dejar de pelear y propuse planes que fallaron, pues tarde o temprano caíamos a lo mismo aunque llevásemos días sin pelear. Quise que fuéramos amigos aunque sabemos muy bien que yo ya no te puedo ver como un simple amigo. 

La semana pasada ya habíamos logrado no pelear y sigo sin entender el porqué de tu actitud del sábado si hasta un día antes todo pintaba bien. No lo entiendo y me gustaría que algún día me explicaras por qué actuaste así conmigo. ¿Por qué somos tan malos con las personas que queremos y nos quieren? 

Ese día me prometí a mí misma que si me volvías a despreciar, lo tomaría como señal para dejarte ir, esta vez en serio. Tomaría la decisión de ponerle fin a nuestra historia por mi bien y por el bien de los dos. Me hice esa promesa mientras rogaba al cielo que no hubiese necesidad de cumplirla, deseando que nos viéramos y pasáramos un rato juntos siendo felices. Tal vez no entiendas por qué tomé ese hecho como determinante pero ya no podía más, una vez más estaba deshecha. Aunque sigo siendo creyente de que todos los problemas tienen solución, las relaciones son de dos personas, y por más que yo intentara, mientras tú y tu enojo no lo permitieran, no existirían soluciones. 

Así que yo me voy porque no soy capaz de seguir así, de partirme en pedacitos con cada desprecio tuyo. No es justo, para nadie. Discúlpame por no haber sido la novia que ambos esperábamos que fuera, discúlpame por haberte causado sentimientos totalmente contrarios a los esperados. Yo te disculpo por todo aquello por lo que no me has pedido perdón. 

Siento horrible de ver cómo está terminando esto porque esperaba que cuando llegase el día, ocurriese una ruptura amistosa y no con una muestra más de tu indiferencia. Siento mucha tristeza porque no se me hace justo que dos personas que se quieren terminen así. Voy a extrañarte mucho, voy a extrañarte cuando esté en cada lugar en donde quería estar contigo, cuando vea algo que sé que te gustaría y cuando imagine cuál sería tu reacción ante determinada situación. Me acordaré de ti cuando me haga consciente de que mi cabello huele a shampoo y piense en cómo solías decírmelo, cuando pase por los sitios donde solíamos vernos, cuando antes de dormir, como todas las noches, piense en ti. 

Estoy decepcionada y molesta. ¿Sabes? Siempre te defiendo. Siempre digo que tú me quieres pero la verdad es que no me lo demuestras. Y la verdad es que ya no estoy segura de lo que sientes por mí. No se me hace justo que yo luchara más por salvarnos y si tú me dejaste ir sin oposición fue porque en realidad no querías seguir conmigo. Te he abierto mi corazón en distintas ocasiones, me he mostrado vulnerable, sin miedo, y no fui correspondida. Tenías razón, no me mereces. Pero a pesar de todo, te quiero y eso no lo puedo evitar, como tampoco puedo evitar el decirte todo esto que siento. 

Gracias por todo lo que vivimos en este corto tiempo, gracias por hacerme escribir de nuevo y por hacerme sentir tan enamorada como no lo había estado desde que era niña. Tenías razón, no debía decirte lo que siento hace unas semanas, no en ese estado, pero la verdad es que ese estado se ha vuelto mi único estado y no creo volver a tener otra oportunidad para decirlo, así que lo diré. Eres un idiota, tan idiota como yo. Eres un idiota y, te amo. 



Dení Araoz










sábado, 29 de julio de 2017

Carta a mi mejor amigo 1.30.7.19

Me siento muy triste de que no estés aquí, de que no pueda pedirte que nos veamos o simplemente caminar a tu casa, porque ahora vivimos en lugares distintos.

Llevo un par de vidas sintiéndome así pero en esta no estás a mi lado, ni eres ninguno de los que han vivido con este cargo.

Hoy quisiera contártelo todo, desde el origen de mis males hasta sus repercusiones más recientes, porque esta vez no conoces todos los detalles, es más, esta vez no sabes nada.

Hoy quisiera que me escucharas y me abrazaras, sabiendo que eso es lo que más me reconforta.

Incluso disfrutaría de que limpiaras mi llanto con tu ropa... Prometo que, por esta única ocasión, no sentiría que te estoy traicionando por dejar que otro tú enjugue mi llanto. Hasta a eso estaría dispuesta con tal de tomar tu mano y verme en los ojos que siempre serán los más hermosos que alguna vez haya visto.

Y te ando buscando en todos lados, ando buscando darte vida donde no la hay.
¿Por qué justo ahora no quieres nacer?
¿Te has cansado ya de solo verme caer?

Debo confesarte que me pone un poco ansiosa el no poder llorar sobre tu pecho, porque, por el momento, ni siquiera existes.

Pero me estoy resignando un poco a solo escribirte, con la esperanza de que algún día me puedas leer y, de repente, en las manos de alguien a quien puedo nunca conocer, nazcas y vivas, para siempre.
Tal vez.

Dení Araoz
29/julio/17

miércoles, 12 de julio de 2017

Tú, tú, tú, tú.

Quisiera poder borrar los últimos dos años de mi memoria y no recordar las canciones que cantamos ni el agua con la que nos bañamos, las noches que pasamos juntos y todas las tardes que pretendíamos estudiar.

Quisiera arrancarme del pecho la decepción que sentí las últimas mañanas que te esperé y nunca llegaste. La única carta que te escribí y, con la cual, por última vez de mí te burlaste. Las ganas que siento de llamarte y que he sentido los últimos cuatro meses. 

Estoy en la ciudad a la que temía que te acercaras (no sabía que mi amenaza más grande se encontraba cientos de kilómetros más cerca de casa.) Te recuerdo casi todos los días, cuando camino por las calles del centro, por las plazas y aun dentro de la Universidad. Me imagino tu figura caminando los mismos pasos...

Y me he pasado más tiempo del que debería pensando en qué es lo que siento por ti, tratando de comprender y acomodar mis sentimientos. No lo tuve claro durante los dos años que estuve contigo y, ciertamente, me siento igual o más lejos de saberlo.

Considero que no mereces que te escriba una vez más, sin embargo a veces creo que te mereces que deje un recuerdo de mi viaje en tu casa. Sé cuanto te gusta el chocolate típico de esta ciudad y me he sentido tentada en decenas de ocasiones a comprarte unos ejemplares, pero luego recuerdo la razón por la que los conociste y toda buena intención se escapa de mi alma. 

Me he cohibido, cual si fuese mi estado natural, me he cohibido todas las veces que he pensado en cumplir tu última demanda, porque aún en momentos siento la obligación de satisfacer tus deseos. He huido de mi falsa responsabilidad en todas las ocasiones que se me ocurre armar un paquete con tus cosas para dejarlo caer por tu ventana. 

Quiero contarte que pasé por tu casa un día, con paso lento y ojos vidriosos y, Dios, pedía que estuvieras allí con todas mis fuerzas, te visualizaba abriendo tu puerta discretamente, sin hacer mucho ruido para meter clandestinamente a tu nuevo amor, como solías hacerlo conmigo. Y no me importó imaginarte con ella, como tampoco me hubiera importado que mi visión se volviese realidad; yo solo quería correr a tus brazos y soltarme a llorar, justo como lo sigo queriendo en este momento. 

Nunca me trataste con respeto, nunca con dignidad. Y aún así, quiero que estés aquí, fingiendo que me puedes amar. 


Dení Araoz

22/Junio/2017

miércoles, 28 de junio de 2017

Permanecer

Hay amores que permanecen
aun con el paso de los años.
Después de todas las palabras de odio
y todas las formas de hacernos daño.
Amores que se presentan en sueños,
y que los ves a diario.
Que caminan a tu lado,
sin tomarte de la mano.





Dení Araoz

10/06/17

martes, 26 de enero de 2016

Asesina

¿Me odias, muerto?
¿Me odias tanto como yo me odio?
¿Te da tanto asco pronunciar mi nombre
como el que me da a mí?

¿Disfrutas la muerte, como yo disfruté matarte?
¿Recuerdas la vida a la que intenté atarte?
¿Eres feliz ahora?
Deberías serlo.

¿Es mejor la muerte que una vida a mi lado?
No respondas, ya sé la respuesta.
Sé que es mejor morir, que vivir torturado,
al menos al final, tú ganaste la apuesta.

Cuando te maté, me di por muerta también. 
No fue así, ¡yo sí!
¡Yo sí soy inmortal!
Y vivo con la pena de serlo.

Estoy matando de nuevo, 
no lo puedo evitar,
porque matando lo que amo, 
es la única manera en la que los puedo salvar.




Dení Araoz
26/01/2016


miércoles, 19 de agosto de 2015

Agosto

Alguna vez te eché en cara que nunca conocerías el por qué arranco hojas de los árboles y arbustos que encuentro en mi camino cuando estoy enojada, y la verdad es que yo tampoco lo sé. 
Tal vez lo hago porque me gusta sentir cómo ciertas hojas raspan contra mis dedos y cómo otras los acarician, nunca se sabe cuál será la que esté a tu lado cuando haga falta.
Cuando tú y yo, sabía cómo se llamaba cada elemento que conformaba una hoja, una flor, un árbol; ahora no lo recuerdo, esos términos y su origen se han esfumado de mí, así como la mayoría de mis conocimientos de botánica, también así como lo que sentía por ti. 
Lo que sí recuerdo (porque aún lo hago) y que considero una posible razón, es oprimir la vena principal en busca de un líquido blanquecino que tenían las hojas de cierto árbol en el jardín de mi casa. No recuerdo el olor o sabor (pues seguramente lo probé) de aquel líquido pero algo de bueno debió tener ese árbol que conocí en mi infancia como para que lo recuerde incluso hoy, que he olvidado casi por completo todo aquello que alguna vez consideré importante. 
Mi búsqueda ha sido infructuosa a pesar de su largo periodo (ya más de diez años) pues he masacrado cada hoja que han tomado mis dedos y nada blanco sale de allí. Si es que alguna vez encontré la hoja del mismo árbol y no lo recuerdo es porque probablemente me encontraba tan ofuscada como para no notarlo, sí, tal vez no lo he notado o lo he olvidado al igual que muchas otras partes de mí.
Cuando te dije lo que te dije, puede que no lo hayas comprendido, pues fue una de las muchas nimiedades que mencioné en nuestra romántica ruptura (mi favorita hasta el día de hoy), no creo que esa incógnita te haya mantenido alerta por las noches o pensativo por las mañanas. Creo, más bien, que no te ha importado en lo absoluto. Tengo la certeza de que desconoces la respuesta y la verdad es que yo tampoco la sé. 
Me hubiera gustado que la descubriésemos juntos.

domingo, 29 de marzo de 2015

UN BESO SUYO EN MI CABEZA

Me besó, sólo un beso en la cabeza;
pero fue el gesto más lindo del mundo.
Un beso como signo y señal de gentileza y cariño,
un cariño pulcro y sano,
como el que no creo haya otro igual en esta tierra;
y aunque anhelaba cosas mayores
sólo eso bastó para robarme un suspiro y enamorarme más y más de él.

Alegría provocó en mi corazón y a la vez un gran dolor,
¿cómo puedo amarle tanto?; pregunto sin respuesta.
Cuando veo su rostro, su silueta…
en mi corazón hay una rabieta.

¿Por qué?, ¿Por qué de ella y no de mí?,
¿Acaso no ve que me duele que la mire, que la abrace?,
Cómo quisiera poder demostrarle lo que siento;
en parte creo que lo hago…
Cada vez que su sonrisa se refleja en mi pupila es como si…
como si aves revolotearan en mi interior,
haciéndome sonreír a mí también.

Pero el día de hoy, a pesar de ese hermoso beso,
me doy cuenta de que por más que lo ame
él sólo me ve como una amiga.

¡El me quiere! ¡Él me quiere! Lo sé, ¡estoy segura!
Pero no tanto como yo a él…
Si algún día él lo ha de saber,
que sea de mis labios
de donde provengan aquellas palabras
que podrían llevarnos al amor o al olvido;
 y si fuese la última opción,
mi más grande deseo sería sentir una vez más,
sólo una vez más…
un beso suyo en mi cabeza.

Dení Araoz
Orizaba, Veracruz

25/03/09

domingo, 1 de marzo de 2015

Ruisu.

Le conté que lo extraño, se lo conté a él: el más nuevo de mis amigos.

Nos conocemos desde hace poco más de un año y medio, es de esas personas que el destino te pone a un lado, les haces una pregunta tonta y terminan haciéndose compañía el resto del día, el resto del año, algunas veces el resto de la vida. La manera en la que nos molestamos cada vez que nos vemos podría hacer pensar a quienes nos rodean que nuestra relación es somera. No los culpo, yo suponía lo mismo hasta el jueves pasado cuando, por enésima vez en este mes, colapsé.

Me ha dicho ya cientos de veces que no le agrada el contacto físico conmigo: “no me abraces”, “te he dicho mil veces que no me abraces”, “ya sabes que no me gusta que me abraces” y seguramente otras frases más son las que ha empleado para soltarse de mis brazos cuando me tornaba melosa. Teniendo en cuenta que nuestras conversaciones giran en torno a  cuán joven él luce a pesar de ser mayor que yo y de cuán masculina me veo desde que decidí cortar mi cabello, podría no sonar tan lógico que fuese él -y no alguien más- la primera persona que viniese a mi mente cuando ese día empecé a llorar.

Aún era el mediodía y las ansias de que diesen las cuatro de la tarde me comían como cada martes y jueves desde hace poco más de un mes. Estaba consciente de que la tortura que vivo cada día pronto iba a terminar para dar paso a mi fuente de alegría: estoy aprendiendo un nuevo idioma. (Él y yo teníamos planeado entrar a esas clases juntos desde hace un año, tal vez menos.) Cuando al fin la espera cedió su lugar a un comienzo, allí estábamos los dos, en la misma aula donde nos conocimos, y es en ese mismo lugar donde sonrío dos veces a la semana.

Ya había visto aquel jueves un par de cosas que me daban pequeños golpecitos en el pecho, pero los ignoré y continué mi camino hacia el sitio donde había decidido esperar a que corriera el tiempo. Casi lo había olvidado cuando mis ojos voltearon en el momento preciso. Y, la verdad, no me parece nada increíble que sólo exista un ser vivo capaz de derrumbarme con un sólo golpe, certero, limpio y frío. 

Poseo algo, no sea si sea una cualidad o una maldición. Puedo distinguir un sentimiento real de otro que no lo es. En ese momento fue una maldición. Vi amor. Eso era. Y nadie podrá saber nunca cuánto deseé haber sido yo quien recibió ese amor. 

Y es ahí donde ya no entiendo, ¿por qué pensé justo en mi amigo más nuevo y no en otra persona? Tenía tantas ganas de hablarle, de pedirle que nos viéramos desde antes de empezar la clase de japonés pero el saldo de mi celular se había agotado. Mi mente se distrajo las horas siguientes pensando en él...

Aula 13, llena de personas fanáticas del anime y allí estaba él, sentado donde siempre, afortunadamente la silla de junto estaba vacía, así que me senté. Sensei arribó al aula y la clase comenzó. Unas cuantas palabras conocidas y un tanto de desconocidas. Receso. Salimos a comprar a un café pero regresé con un chocolate caliente en la mano pues al estar frente a la máquina dispensadora me di cuenta de que en realidad no me gusta el café. Nos sentamos fuera del salón, me solté a llorar y... me abrazó. 

Eso no me lo esperaba pero lo hizo.

El receso terminó y la clase continuó. Al término de ésta, ambos caminamos juntos hacia el autobús, como cada martes, como cada jueves, como cada sábado. Siempre caminamos al rededor de media hora, mientras sólo vemos pasar un autobús tras otro -autobuses que yo debería abordar-. Ese día hacía frío y lo tomé del brazo, formando una especie de gancho con nuestras extremidades superiores derecha e izquierda, respectivamente. Me escuchó decirle cuánto extraño al amigo que perdí, me escuchó quejarme sobre cuánto duele distanciarte de tu familia. Me entendió, yo no sabía que él pasaba por lo mismo, o bien, por algo similar.

Mientras seguíamos caminando, no sé cómo pasó pero él rodeó mi mano con la suya, lo cual me vino bien pues el frío comenzaba a sentirse en mi piel. Y así caminamos muchas cuadras, sin sentirnos ni un poco incómodos, se había roto la barrera que él me había puesto y yo me sentía feliz de que fuese así. 

Ese jueves me di cuenta de cuánto lo quiero y de que él me quiere a mí. No sé sí esté bien tomar aquel día como ejemplo, como esperanza. Pues me dí cuenta de que cuando se quiere a alguien, ese amor puede romper ciertas barreras. Y no hablo del amor refiriéndome a una pareja, no pienso mucho en eso últimamente. Hablo del amor en su forma más pura, el amor que siento por mis hermanos, el amor que siento por mis amigos –como él–. 

Hablo del amor que siento por ti. 

Dení Araoz

miércoles, 9 de abril de 2014

Memorias de las mal queridas

He creado esta serie de memorias de mujeres "mal queridas" como un presagio, una predicción y un apuesta hacia un futuro propio, en el que ya no tengo fe, y una colección de vivencias de aquellas que me rodean.

1. 
 He tenido relaciones con tres hombres, decenas de veces; y de todas esas veces  he hecho el amor sólo una, solamente una vez me di entera sin negarle nada al que creí que sería el indicado, le di mi mano, mi llanto, mi confianza, mi pasión y la poca ternura con la que aún contaba. Le di mi sexo, vacío, para que fuera llenado.
Recuerdo cuando lo entregué, y una vez que lo cedí no ha vuelto a ser mío. Ni yo he vuelto a ser yo; la que estuvo más veces con ese mismo hombre nunca volví a ser yo, porque cada vez que entraba en mí, había un pedazo de él que no salía y que se añejaba en mí. Y me volvía él, y él se volvía yo. Siempre me pregunté por qué nunca pude volver a hacer el amor, ni con él, ni con el hombre con quien jugué a engañarlo. En realidad no lo engañé, no engañé a nadie con ese placer fingido, ni a uno ni a otro y mucho menos a mí.
Llega un punto en que el sexo es tan cotidiano que extrañas esas cosquillas tímidas que te provocaba dar la mano cuando eras niña. Y buscas por un lado, por el otro, incluso llegas a reconsiderar tu sexualidad pues ya nada basta, no basta uno ni dos; ni los que esperan ansiosos por sentir tu carne te avivan la piel.
¿Y el amor? He dejado de buscarlo, lo busqué tantas veces en él, busqué llenarme de él, y cada día estoy más vacía, con menos ánimo, con menos fuerza, con menos fe. Y añoro los días de mi juventud con extrema melancolía, cuando había esperanzas y me relajaba un café. Ahora duermo tan poco, duermo sin él. 
Duermo y se me pasan los días mientras sueño con volver, volver a cuando no me había entregado, cuando no era mujer, y me reía de la vida, cuando quería crecer. Qué tonta era, la niña queriendo ser mujer, qué ilusa era y sin embargo qué dichosa también. 
He tenido sexo con tres hombres y ninguno se acuerda de mí, no los culpo, yo misma he suplicado al cielo que borren mi imagen de sus recuerdos, la imagen de una mujer deshecha y desahuciada  en sus cuerpos, en sus camas sucias... y he rezado a todos los santos para poder el tiempo retroceder, para no ser la estúpida que ahora soy: enferma, sola, abandonada, sin un hombre y sin Dios.





2.
Tengo 34 años, llevo 15 de casada.
Huí de casa con mi ahora esposo a los 19 años, pensaba que con él mi vida se solucionaría, que nos sobraría el amor y que con eso nos bastaría.
¡Bah! ¡Qué mierda! No ha pasado un sólo día en que no dude de él, un sólo día en que no tema a él, a mí, a todo.













Dení Araoz